Hasta la luna quiso asomarse al cielo del Metropolitano, sede de la final, para asistir a la noche más volcánica del mejor Atlético visto en mucho tiempo. Entre Giménez y Godín, tras sobreponerse por dos veces a los designios del VAR y a la mala puntería de Costa y Griezmann, dejaron tiritando a una Juventus que se presentó como un ogro y escapó desconsolada. Fue como si los rojiblancos hubieran dejado escrito el relato la noche anterior, justo antes de acostarse. Pero no fue un sueño. Fue la noche perfecta, tan real que ahora tienen la llave para intentar atravesar las puertas de Turín. [Narración y estadísticas: 2-0]
jueves, 21 de febrero de 2019
DEPORTES
Hasta la luna quiso asomarse al cielo del Metropolitano, sede de la final, para asistir a la noche más volcánica del mejor Atlético visto en mucho tiempo. Entre Giménez y Godín, tras sobreponerse por dos veces a los designios del VAR y a la mala puntería de Costa y Griezmann, dejaron tiritando a una Juventus que se presentó como un ogro y escapó desconsolada. Fue como si los rojiblancos hubieran dejado escrito el relato la noche anterior, justo antes de acostarse. Pero no fue un sueño. Fue la noche perfecta, tan real que ahora tienen la llave para intentar atravesar las puertas de Turín. [Narración y estadísticas: 2-0]
En sólo ocho minutos, quedaron dos cosas bien claritas. Que Diego Costa
no estaba sobre el césped sólo por galones (que también) y que todo lo
que tuviera pensado regalarle a los defensas de la Juventus iba a tener
que hacerlo en Madrid. Cuando todos esperaban a Morata,
apareció él. El hombre que transmite la sensación más parecida al
miedo. Y a los ocho minutos, en una absurda pugna en una barrera, tras
hacer el revoltoso, acabó viendo la amarilla que impide ajustar cuentas
en Turín y le obligó a afinar el ímpetu el resto del partido. Tal vez,
como sabía todo esto, se afanó por hacer todo lo que el Atlético ha
echado de menos en estos dos meses y medio sin él. Bajó balones con Bonucci
encaramado a sus costillas y despejó la pista de baile para que
Griezmann, como había venido siendo hasta diciembre, se contornease con
estilo. El primer balón lo ganó él y así continuó hasta que el cuerpo
aguantó, 57 minutos.
Hasta la luna quiso asomarse al cielo del Metropolitano, sede de la final, para asistir a la noche más volcánica del mejor Atlético visto en mucho tiempo. Entre Giménez y Godín, tras sobreponerse por dos veces a los designios del VAR y a la mala puntería de Costa y Griezmann, dejaron tiritando a una Juventus que se presentó como un ogro y escapó desconsolada. Fue como si los rojiblancos hubieran dejado escrito el relato la noche anterior, justo antes de acostarse. Pero no fue un sueño. Fue la noche perfecta, tan real que ahora tienen la llave para intentar atravesar las puertas de Turín. [Narración y estadísticas: 2-0]
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